Salí contenta, pedí unas ondas naturales y el resultado me gustó mucho. A los 20’ casi no quedaba rastro del peinado, pero eso no fue lo peor. Cuando llegué a casa y las ondas empezaron a perder volumen vi realmente el corte. De los peores que me han hecho en mi vida. Fui a darme un poco de forma, manteniendo el largo y me hicieron todo lo contrario, cortaron el largo y dejaron la misma forma. El resultado: pelado sin gracia, cinco dedos más corto y dinero tirado a la basura. La única pregunta que me hicieron respecto al corte fue si más recto o menos. Creo que además de informar sobre sus productos y tratamientos (algo que me parece muy bien) deberían ESCUCHAR a la persona que tienen delante. Comuniqué varias veces que quería dejarlo largo, simplemente dando un poco de forma. La verdad es que nunca he dado una mala opinión a una peluquería, pero este desastre no solo llevará tiempo sino que en poco tiempo tendré que pagar de nuevo para que me arreglen el corte. Una buena peluquera no es quien hace que las personas salgan contentas del salón sino quien hace que lleguen contentas a casa. De nada sirve peinar muy bien si luego la persona no sabe qué hacer con ese pelo en su día a día.